A nivel teórico es poco lo que puede agregarse o decirse sobre la política y los políticos; toda una biblioteca nos ilustra al respecto; pero también es cierto que la realidad nos puede deparar sorpresas y en las coyunturas electorales, si no hay novedad hay diversidad, limitándonos a América Latina y a los más visibles, pareciera ser que el mejor candidato tiene que ser un populista confeso, nacionalista militante y preferentemente de lenguaje y retórica de izquierda.
En Venezuela la posición oficial ya está decidida: la reelección del presidente que sigue empeñado en no rendir cuentas de su gestión de 8 años, contando con cuantiosos recursos y un respaldo popular significativo. Sigue con su estrategia confrontacional y divisionista; aunque por cálculo electoral pueda abrir espacios de diálogo con resultados menguados pero publicitariamente efectivos. El presidente, militar por formación cree en aquello que la mejor defensa es el ataque y que la política es la guerra con otras armas. En una visión simplista pero efectiva de la política, ya escogió su contrincante, el presidente Bush, fácil de confrontar retóricamente porque no hay duda que es un personaje reaccionario y poco simpático; pero por si acaso para no molestar al imperio, le sigue sirviendo como aliado fiel suministrándole todo el petróleo que necesitan; no otra cosa han hecho todos nuestros gobiernos de J. V. Gómez para acá.
El candidato presidente no hay duda que es hábil, astuto y “vivo”. Sabe maniobrar, acomodarse a las circunstancias y tratar de que estas lo terminen favoreciendo.
En la oposición hay confusión y temor o rabia, muy mala consejera en política. Hasta ahora la oposición se ha movido entre la histeria colectiva; la depresión política o el oportunismo rampante de los mezquinos intereses personales o grupales. Pero las cosas podrían cambiar, hay un escenario social y político para ello; expresado el 4D del 2005, con su abrumadora y espontánea abstención y un 60% de venezolanos que nunca han simpatizado con el presidente, aunque un porcentaje se acomode a la situación o se retire circunstancialmente del proceso político.
El reto para la oposición es recuperar la política y la iniciativa política y para ello hay otra biblioteca de autores que los podría ayudar; pero nuestros políticos en su mayoría no leen y se han formado en una tradición bárbara, antintelectual y antiacadémica; pero además tampoco tienen la intención y conocimiento adecuado de la realidad; el pragmatismo en su versión más pedestre, los ha vuelto ciegos y sordos con respecto a la gente; lo que piensan y quieren y qué no se agota en lo que dicen las encuestas, por algo se ha dicho de la política que es arte y es ciencia; el candidato de la oposición tiene que poseer este arte y esta ciencia, si quiere ser exitoso. Vivimos una coyuntura no solamente electoral y política, sino histórica y para ello se necesitan líderes históricos, sobre bases reales y compromisos ciertos y lógicamente sobre un proceso electoral limpio y honesto. Un líder dispuesto a dar la pelea electoral pero también a comandar la abstención si fuere el caso; preparado para lo imprevisto y sin miedo, con coraje, porque no hay que olvidar que el principal recurso del régimen es el miedo además de los petrodólares.
En Venezuela la posición oficial ya está decidida: la reelección del presidente que sigue empeñado en no rendir cuentas de su gestión de 8 años, contando con cuantiosos recursos y un respaldo popular significativo. Sigue con su estrategia confrontacional y divisionista; aunque por cálculo electoral pueda abrir espacios de diálogo con resultados menguados pero publicitariamente efectivos. El presidente, militar por formación cree en aquello que la mejor defensa es el ataque y que la política es la guerra con otras armas. En una visión simplista pero efectiva de la política, ya escogió su contrincante, el presidente Bush, fácil de confrontar retóricamente porque no hay duda que es un personaje reaccionario y poco simpático; pero por si acaso para no molestar al imperio, le sigue sirviendo como aliado fiel suministrándole todo el petróleo que necesitan; no otra cosa han hecho todos nuestros gobiernos de J. V. Gómez para acá.
El candidato presidente no hay duda que es hábil, astuto y “vivo”. Sabe maniobrar, acomodarse a las circunstancias y tratar de que estas lo terminen favoreciendo.
En la oposición hay confusión y temor o rabia, muy mala consejera en política. Hasta ahora la oposición se ha movido entre la histeria colectiva; la depresión política o el oportunismo rampante de los mezquinos intereses personales o grupales. Pero las cosas podrían cambiar, hay un escenario social y político para ello; expresado el 4D del 2005, con su abrumadora y espontánea abstención y un 60% de venezolanos que nunca han simpatizado con el presidente, aunque un porcentaje se acomode a la situación o se retire circunstancialmente del proceso político.
El reto para la oposición es recuperar la política y la iniciativa política y para ello hay otra biblioteca de autores que los podría ayudar; pero nuestros políticos en su mayoría no leen y se han formado en una tradición bárbara, antintelectual y antiacadémica; pero además tampoco tienen la intención y conocimiento adecuado de la realidad; el pragmatismo en su versión más pedestre, los ha vuelto ciegos y sordos con respecto a la gente; lo que piensan y quieren y qué no se agota en lo que dicen las encuestas, por algo se ha dicho de la política que es arte y es ciencia; el candidato de la oposición tiene que poseer este arte y esta ciencia, si quiere ser exitoso. Vivimos una coyuntura no solamente electoral y política, sino histórica y para ello se necesitan líderes históricos, sobre bases reales y compromisos ciertos y lógicamente sobre un proceso electoral limpio y honesto. Un líder dispuesto a dar la pelea electoral pero también a comandar la abstención si fuere el caso; preparado para lo imprevisto y sin miedo, con coraje, porque no hay que olvidar que el principal recurso del régimen es el miedo además de los petrodólares.
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