El llamado “Espíritu del 23 de
enero”, no fue otra cosa que la unidad lograda por el país
político y nacional para ponerle fin a la dictadura de Marcos Perez
Jimenez y abrirle cauce a la democracia.
Cuando el país se une en un
proyecto compartido es porque actúa con sentido de Nación, que a
través de la democracia establece las posibilidades reales para una
sociedad de “una vida en común”. Compartir un pasado, asumir un
presente y lo más importante construir para compartir un futuro para
todos.
Nuestra hora es sombría pero no
solo por las muchas y terribles dificultades de todo tipo que estamos
padeciendo los venezolanos sino por la fragmentación de una sociedad
que se está negando a sí misma de una convivencia solidaria y
fraterna. Nos han conducido hacia tiempos de odio, rencor y
desprecio. La división y el maltrato al “otro” que es nuestro
propio compatriota además, tiene la pretensión de que solo es
posible una historia cainítica en donde la prisión, el exilio y la
muerte vuelven a tener presencia terrible en nuestra historia como
era costumbre en las muchas dictaduras y tiranías anteriores que
hemos padecido.
Crear una República a partir de la
Nación, nos llevó más de un siglo, crear la Democracia, tarea
inacabada, otro siglo largo.
¿Qué es la Nación?. Se
preguntaba el Abate Sieyés en los comienzos de la época moderna y
su respuesta clara y precisa: “La Nación es todo”, y yo
agregaría: y no tiene dueño. Hoy podemos preguntarnos qué es la
Democracia y podemos respondernos: todo y tampoco tiene dueño, ni
armados ni desarmados. La República y la Democracia somos todos
constituidos en Nación.
La hora de las tentaciones
totalitarias y autoritarias que estamos padeciendo obligan a una
reflexión necesaria sobre nuestras responsabilidades individuales y
colectivas y sabemos que la primera responsabilidad es ser
responsables de la seguridad y bienestar de nuestras familias de las
oportunidades y calidad de vida de nuestros conciudadanos y asumir
todo nuestro territorio y geografía como “casa común”.
Somos constructores de ciudadanía
y forjadores de instituciones. Una sociedad en permanente progreso.
En estas “tareas y objetivos”
todos tenemos responsabilidades particulares destacando por razones
obvias el político y la política, a quienes les compete no en
exclusividad la gestión pública asumida desde una ética de
servicio y una moral de integridad y honradez personal.
La política no es autónoma a la
sociedad, la expresa y la representa, pero igualmente en la sociedad
moderna es fundamental entender que la acción política y pública
no se agota en los linderos partidistas sino se acompaña y potencia
en el ámbito de la sociedad civil.
En un memorable discurso de Luis
Castro Leiva en el Congreso de la República para conmemorar el 23 de
enero, de 1998, con la angustia de quien presiente el riesgo de los
errores colectivos y los malos tiempos que se presagiaban con la
candidatura en creciente ascenso del teniente coronel golpista hace
advertencias a los políticos presentes y al país en general de
plena vigencia. Decía: “Cesen entonces de escuchar lo que solo a
ustedes les interesa… ustedes no han hecho ni hacen lo que de
ustedes se necesita y espera” y a continuación citaba a Miguel
Otero Silva “es necesario que la política vuelva a ser cosa seria
y digna”. La política no es un negocio ni una oportunidad para el
robo y la arbitrariedad.
Conocido lo ocurrido en diciembre
de 1998 evidentemente este discurso histórico de Castro Leiva llegó
tarde y el daño estaba hecho.
Perdido el espíritu del 23 de
enero, de unidad nacional y de una democracia decente, honesta y
laboriosa la democracia volvió a perderse progresivamente y volvimos
a la “creencia autoritaria montada en el caballo de un gendarme
necesario a ponernos de rodilla para darnos de comer”.
Fuimos ciegos e irresponsablemente
imbéciles, particularmente ciertas élites que como las definió
Castro Leiva “sufrían de papiamento mental, narcisismo
tecnocientífico y analfabetismo utilitarista”, además de su
tradicional codicia de élites sin sentido de Nación.
El daño está hecho y el costo
pagado, ahora cómo salir de esta tradición autoritaria y de esta
enfermedad totalitaria ¿cómo recuperar el espíritu del 23 de
enero?.
Si evitamos la muerte de la memoria
y de la inteligencia la respuesta no es difícil y nos la da el
propio Castro Leiva citando otra vez a Otero Silva. “en tanto que
los partidos separados por grietas y abismos cavados al fragor de
divergencias anteriores, se mantuvieron combatientes desde trincheras
individuales, cada uno con su táctica, cada uno con sus propósitos,
mirando de reojo al aliado como si fuese un adversario, tan solo
lograron llenar las cárceles con sus dirigentes más capaces, de
ofrendar la vida de sus capitanes más decididos”. Palabras que
fueron pronunciadas hace muchas décadas atrás pero pueden ser
leídas como expresión de nuestro momento y no otro es el drama que
divide, confunde, desorienta y hace poco eficaz la acción política
de la actual oposición venezolana.
¿Qué toca hacer?. Otra vez
responde Miguel Otero Silva: “crear un pacto político nacional”.
Con estrategias y objetivos comunes y con respeto absoluto a la
memoria, y al futuro.
En 1958, primero se obliga a huir
al dictador, después se acuerda una transición plural y
posteriormente la ruta electoral que permitió que fuera el ciudadano
con su voto que decidiera el destino político del país y para
garantizar la gobernabilidad el principio de colaboración y
alternabilidad establecido de manera precisa.
La Nación es una lengua, una
cultura, una patria espiritual y nos debe expresar a todos.
El Estado no puede ser partidizado
ni mucho menos responder a una ideología y el gobierno por
definición debe ser competente y de servicio y puede ser cambiado de
acuerdo a la norma constitucional.
Hicimos República en su momento,
igualmente hicimos Democracia, nos toca seguir desarrollando la
República Democrática que tan laboriosamente empezó a construirse
en el siglo XX y que tiene una cita diferida momentáneamente con el
siglo XXI. No otra cosa es el espíritu del 23 de enero, recuperar la
memoria, para recuperar el futuro.
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