La
política es una ciencia(?) a-típica, tiene principios y reglas,
pero casi nunca se cumple. Su realidad-real es la prevalencia del
ambicioso y del codicioso, con todas sus patologías y cuyos
"méritos" principales son la astucia, la hipocresía y la
falta de escrúpulos. La política es necesaria y amerita una
vocación muy particular, como la del médico, que existe para
garantizar la "buena salud" como principio, pero en
realidad son una consecuencia de las enfermedades. Sin enfermos no
hay médicos. Sin sociedades "enfermas" no harían falta
gobiernos. La política y el político "administran"
carencias: materiales y emocionales de las "masas" (clases
y grupos sociales) sus expectativas de bien-estar y ascenso social
pero igualmente sus miedos y resentimientos. La política ancla en la
economía, su principal ocupación, pero opera como teatro. En un
mundo de fanatismo e intolerancia en una realidad llena de egoísmo y
pre-juicios "monta" el teatro de las promesas y programas y
calma al enfermo, incapaz de ser responsable de si mismo y lo
distrae. Cuando Nietzsche proclamaba la "voluntad de poder"
sintetizaba el principio universal o motor principal de la política:
todos buscamos el poder en todas nuestras relaciones humanas
(microfísica del poder la llamó Foucault) y el cargo mayor para el
ambicioso mayor. Política y gobierno son necesarios pero no hay
mayor aspiración (ciertamente utópica) que algún día merecer no
tener gobiernos, como dice J.L. Borges. La vigencia del Príncipe de
Maquiavelo se explica porque es una "descripción"
anatomo-patólogica del político y la política, del SER de la misma
y no de un DEBER-SER (de esto se ocupa la filosofía política, sus
teorías y utopías).
domingo, 16 de diciembre de 2018
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