I
Este libro es
profundamente existencial y explica algunas convicciones acumuladas a través
del tiempo que parten de los lejanos años 60 del siglo XX. Creíamos y creemos
en el compromiso, es decir, en una existencia comprometida con lo mejor del ser
humano: valores, ideales, creencias y en una existencia digna y libre; en una
necesidad de honestidad e integridad personal, aunque nos obliguen a ir
contracorriente; un combate indoblegable contra la cobardía moral y la subordinación
acomodaticia a los intereses creados y a los que mandan.
De alguna manera es el
“hombre rebelde” de Camus, irreverente, libertario y esperanzado que no quiere
rendirse ni a la edad ni a las circunstancias, que quiere sumar su esfuerzo en
la lucha permanente por un mundo mejor y que evita el encasillamiento político
e ideológico.
Prometeo, Fausto y el
Quijote son otros símbolos que admiramos y nos expresan en un diálogo con el
mundo, no exento de contradicciones y derrotas, pero siempre dispuestos a levantarse
como el ave fénix. Muchos de mi generación creyeron en estas cosas.
Se asumió el combate por
la historia y por la vida creyendo firmemente que se podía cambiar el mundo y
la vida, lo seguimos creyendo aunque la edad a veces nos hace desarrollar cierto
escepticismo al respecto.
Primero fue la palabra,
la acción nos urgía en una sociedad y en un tiempo irrepetible, aunque la
mayoría de sus miserias y limitaciones siguen presentes. La vida nos impulsa y
la realidad nos condiciona; en nuestro caso, la política, no fue tanto la
búsqueda de representación y poder sino la oportunidad de servir, ser útiles.
Después fue la escritura, el mismo combate y el mismo propósito, hasta que la
vida nos alcance.
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