II
No
estamos solos y el drama radica en que mientras unos están bien, otros, casi
siempre la mayoría, no están bien.
Se busca el
reconocimiento pero no puede ser a cualquier precio.
Nuestra inclinación puede
ser el aislamiento y la soledad, pero estamos obligados a vivir y convivir y
servir a los demás.
El escritor va y viene de
sí mismo a los demás y viceversa, aunque crea que escribe para sí, realmente lo
hace para los demás, no puede ni apartarse ni prescindir de la comunidad, no
juzga, trata de comprender, como dijo Nietzsche “ya no reinará el juez sino el
creador”.
“El escritor no está al
servicio de los que hacen la historia sino de quien la padece” (A. Camus).
El grito del perseguido y
del humillado es lo que saca al escritor de su exilio, para servir
incondicional a la verdad y a la libertad.
De pronto nos tocan
épocas o momentos de delirio, locura y extravío y aunque desvalidos y extraviados,
nos negamos al nihilismo y a la derrota.
“Reducido pues, a lo que
realmente soy, a mis límites”, a mis dudas, a mis creencias de indagador
insomne, me afirmo en los demás.
Angel
Lombardi
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