lunes, 16 de marzo de 2009

Poder sin límites

En su “voto salvado” el magistrado Rondón Haaz, frente a la decisión de sus colegas de avalar las “inhabilitaciones” del contralor, recordó de manera oportuna y precisa, un principio fundamental: cuando al poder no se le pone límite desaparece el estado de derecho, es lo que está ocurriendo en Venezuela y por consiguiente se nos obliga a vivir en la incertidumbre más absoluta.

Algún día los compatriotas que están permitiendo que estas cosas ocurran, no importando su rango ni la importancia de sus cargos, tendrán que rendir cuentas como sucedió en Nuremberg cuando fueron enjuiciados connotados jerarcas del régimen nazi con la máxima severidad. Sin el estado de derecho todo se vuelve inseguro y precario; la propia vida, el hogar, el futuro personal y el de la familia, negocios, propiedades y todo cuanto contribuye a nuestra estabilidad emocional, social y económica. Que estas cosas ocurran a nivel de jueces y tribunales es sumamente grave ya que se presume en ellos la preparación y la competencia necesaria para que sean los principales garantes del estado de derecho.

Un recordatorio pedagógico para tantos funcionarios que hoy por hoy, se sienten omnipotentes y eternos en sus cargos, en sus abusos y privilegios, es la famosa teoría pendular de la historia, los vencedores, inexorablemente terminan siendo vencidos.

Diez años es suficiente para enjuiciar un gobierno con pretensiones de régimen. Según Antonio Pasquali; en estos 10 años, el presidente ha agotado tres de ellos viajando y hablando; despilfarrando los cuantiosos recursos petroleros en corrupción e ineficiencia y en una “diplomacia” de “regaladera” y fanfarronería.

Personaje anacrónico, así lo caracteriza Héctor Silva Michelena (Tal Cual 11-08-08), aplicando un populismo autoritario basado en: 1) la confrontación permanente; 2) el caudillo como jefe de todo; 3) presidencialismo y estatismo exacerbado y 4) populismo en uniforme; algunos también lo han llamado populismo macroeconómico es decir, los que administran “limosnas” de la renta petrolera para el “pueblo” mientras una minoría de vivos (la petroburguesia o la boliburguesia), se queda con la mejor parte.

Un gobierno con estas características termina negándose así mismo y traicionando a sus propios partidarios en un naufragio de desesperanza y fracaso.

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