domingo, 3 de febrero de 2013

La monarquía presidencial venezolana


En los regímenes totalitarios comunistas, la sucesión en el poder (igual que en las antiguas monarquías) se decidían entre un pequeño grupo, los llamados círculos del poder, o la nomenklatura como se decía mediáticamente al referirse a la Unión Soviética y quienes allí mandaban. Círculo donde se decidía la sucesión y el cambio de gobierno, bien sea por fallecimiento o desfenestramiento del titular, algo parecido a la lista de Schindler, sólo para significar a los sobrevivientes de la nomenklatura en estas despiadadas confrontaciones políticas internas. Es lo que está sucediendo en Venezuela y las fotografías al respecto son elocuentes, teniendo como escenario principal La Habana, Cuba (por cierto el mismo escenario donde se desarrolla otro “diálogo” entre contendientes de guerra: las FARC y el Gobierno Colombiano). Los protagonistas geopolíticos fundamentales no son venezolanos, es una triangulación del poder decisorio real representado por Washington, el imperio, Brasil, el otro imperio y los hermanos Castro que no son imperio, pero ejercen un eficaz coloniaje político e ideológico sobre los actuales gobernantes venezolanos. El factor desencadenante es la presunta gravedad del presidente venezolano y la presencia permanente en Cuba de un” “alto mando político” definido así por el propio sector oficialista, conformado por Maduro, Diosdado, y Rafael Ramírez. En Caracas existen y se están configurando otros círculos, el más importante y rodeado de silencio, como siempre, es el sector militar y una vocería política mediática visible (un segundo círculo) integrada por Jorge Rodríguez, Aristóbulo Isturiz y Francisco Arias Cárdenas (la aparición de este último en la fotografía ha sorprendido a muchos). Otra especulación mediática, a mi juicio con fundamento, es que el vacío de poder real existente está posibilitando un ejercicio de identificación política e ideológica en el llamado “Chavismo sin Chávez”. Por un lado la izquierda comunista y la izquierda oportunista y por el otro la derecha endógena y la vieja derecha. Otra distinción que se tiende a hacer es identificar un ala civil y un ala militar en esta compleja e inevitable pugna por el poder que está en curso en el país.
Sin lugar a dudas se avecinan tiempos turbulentos y difíciles y de desenlace imprevisible. Siempre es así cuando se discute el poder, ojalá se tenga la inteligencia política necesaria y el sentido común para que el diálogo prevalezca en todo momento y posibilite un proceso de transición pacífico e incluyente.

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