El titulo de la película, no sé si intencional, nos remite a un
libro famoso e importante de San Agustín:
la CIUDAD DE DIOS, la
ciudad de la justicia, la convivencia y la fraternidad.
En la
película es todo lo contrario, un infierno real en la tierra, en
Brasil, en Río de Janeiro, una barriada de pobreza, favelas y
violencia, que se repite en muchas ciudades y países, como la otra
cara de la moneda y que habla del fracaso de nuestro
desarrollo-subdesarrollado.
La película es una pesadilla de
acontecimientos dramáticos, sin pausa ni descanso. La condición
humana condenada al envilecimiento de la droga y del delito.
No
hay escapatoria, no hay esperanza.
De este cuadro dantesco,
también la policía forma parte, nadie se salva. Es un sistema
"cerrado" que te atrapa y condena, desde la misma
infancia.
No sé si es intencional, no alimentar ninguna
esperanza, pero hasta el fotógrafo que se salva del sistema, es como
un naufrago que quedó a la deriva por puro azar.
Estas
barriadas peligrosas existen en todo el mundo y en todas las grandes
ciudades, pero es en América Latina donde se las identifica de
manera particular.
En nuestro propio imaginario ocupan un lugar
relevante, quizás debido al hecho que somos sociedades desiguales y
no integradas en un proyecto nacional legitimado por el desarrollo
inclusivo y la democracia participativa y solidaria.
Son "los
olvidados" de la película mexicana de Buñuel y la llamada
Cultura de la pobreza.
Son los "descartables" que se
prefieren ignorar, hacinados en favelas miserables, para que se maten
entre ellos. En estos sectores populares, muchos de ellos, exceden el
concepto de pobreza tradicional de "pobre, pero honrado y
limpio", la droga y el populismo los reduce a la sobrevivencia
de la picardía del vivo y aprovechado y del delincuente o la
tolerancia frente al delincuente, para poder vivir en el
barrio.
Somos de los países más desiguales del mundo y allí
está la raíz del problema, gobiernos corruptos y modelos de
desarrollo injustos.
La peor solución es la policial, en
particular cuando las policías forman parte del problema.
El
narcotráfico terminó de consolidar este circulo infernal de miseria
y delincuencia, en las periferias de nuestras ciudades.
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