Seis millones de venezolanos han emigrado en las últimas dos
décadas.
Un 20% aproximado de nuestro país. Una cantidad que
abruma y cuyas consecuencias demográficas van a afectar por mucho
tiempo,en todo sentido, a nuestra sociedad y familias.
Dudo que
exista una familia venezolana que no haya vivido o esté viviendo
esta difícil experiencia emocional.
En nuestro caso, primera
vez en nuestra historia, de allí la sensación de drama
generalizado.
De país de inmigrantes a país de emigrantes,
crea una especie de shock, individual y colectivo.
De sociedad
en huida, sin destino ni futuro, en particular entre los jóvenes y
parejas con niños.
He escuchado a abuelos que se quedan solos,
pero les dicen a sus hijos y nietos, que se vayan, que busquen su
futuro en otro país. No lo comparto, pero lo entiendo.
Después
está la separación conyugal y de los hijos. La familia se diluye y
se desestructura y en el exterior, no son pocos los problemas a
afrontar: adaptación, trabajo, vivienda, incertidumbres, etc.
Por
ahora se manejan estadísticas y se define al migrante (estatus,
edad, sexo, nivel educativo, etc.) y su país de destino, pero son
pocos los estudios serios sobre el impacto psicológico y cultural
sobre cada emigrante y su estatus real laboral en cada caso.
Es
más fácil saber lo que "gana" el país receptor con cada
emigrante, en términos laborales y de talentos que lo que hemos
perdido en recursos humanos, como sociedad y país, nosotros.
Cuántos
niños y jóvenes. Cuántos profesionales.
Cuántos talentos en
los más diversos oficios y profesiones, se han visto obligados a
irse. Exiliados, desplazados, refugiados, migrante involuntario,
migrante voluntario.
Pocas veces había visto tanta
irresponsabilidad e indiferencia oficial, frente a esta dolorosa
realidad y de abrumadora "descapitalizacion" social y
económica, cuyo impacto y consecuencias, no se han medido y
parecieran no importar. Como si nadie hiciera falta y si el que se va
es opositor o pudiera apoyar el descontento, mejor que se vaya.
No
quiero dramatizar, pero esta diáspora, obligada y alentada, es lo
más grave que nos ha podido ocurrir como sociedad.
Todo lo
destruido, que es mucho, va a ser menos difícil recuperar que esta
tragedia migratoria.
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