martes, 27 de julio de 1999

Dialéctica de la Negación



En un tiempo de lobos y espadas

         “La historia tiene ya el número de páginas suficientes para enseñarnos dos cosas: Que jamás los poderosos coincidieron con los mejores, y que jamás la política (contra todas las apariencias) fue tejida por los políticos (meros canalizadores de la inercia histórica).”
                                                                  Camilo José Cela

             En Venezuela el optimismo es una profesión y diría una manera de ser; pueblo/foca nos llamó  un humorista: con el agua al cuello seguimos aplaudiendo.  Parece ser la psicología  y el destino de los pueblos mineros de riqueza no producida y normalmente, despilfarrada.  En esta dialéctica de optimismo/pesimismo; los profetas del desastre se identifican en J.P. Pérez Alfonso, Arturo Uslar Pietri, Domingo Alberto Rangel y algunos otros; mientras que nuestros optimistas sin remedio se llaman Rafael Caldera, Luis Herrera Campins, Carlos Andrés Pérez, Jaime Lusinchi y tantos otros que arruinaron y empobrecieron el país en nombre de la riqueza y el optimismo.

            En Venezuela somos hegelianos sin saberlo, pretendemos avanzar de negación en negación, negamos los últimos 40 años; como negamos en su momento otros períodos históricos y reivindicamos como nuevo y revolucionario; el mesianismo de turno y la incursión en política del viejo estamento militar.

            Sin lugar a dudas vivimos tiempos de cambio pero no logramos ver la dirección del mismo.  Aparentemente, se piensa que hay       que destruir primero, incluyendo leyes e instituciones, y subvertir el viejo orden. El antiguo dilema se hace presente: reforma o revolución; que en América Latina ha concitado tantos odios y permitido tantos errores.

            Vivimos un cambio real y una circulación de élites con reforma estructural o una simple cosmetología radical alimentada de gatopardismo como Perón en su momento o Velazco Alvarado que después de la ilusión, dejaron una Argentina más arruinada y un Perú más empobrecido y violento.

            La realidad es terca y la política y la economía tienen sus propias leyes que terminan por imponerse y prevalecer, que no es otra cosa que el bienestar de la mayoría y la riqueza de las naciones.

            América Latina ha padecido en demasía a los amos del poder y el desprecio a instituciones y leyes; así como una mentalidad colectiva demasiado anclada en la picaresca, la  viveza y el vulgar aprovechamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario