La historia es dinámica y cambiante;
cuando todo parece dicho sucede algo inesperado y todo cambia. En la
historia de los pueblos; hay épocas mejores y peores; tiempos más
fáciles o tiempos mas difíciles; pero ninguno, afortunadamente es
eterno; hasta los peores tiempos pasan, por aquello de que no hay mal
que dure 100 años.
En América Latina, la dialéctica
política del siglo XX se movió fundamentalmente entre democracia y
dictadura, reforma o revolución. Comenzando el siglo XXI nuestro
subcontinente pareciera moverse hacia la izquierda; lo que en sí
mismo no es malo; si pensamos en Chile y Uruguay; pero es otra cosa
si pensamos en Cuba y Venezuela, en donde un social-fascismo
–populista trata de perpetuarse; en Cuba ya son 47 insoportables
años, en Venezuela no sabemos.
El problema no es el discurso sino el
costo real de un proyecto político y un programa de gobierno.
Cuánta pobreza y cuánta corrupción
se genera y asume y cuántas oportunidades perdidas. Sería
interesante unas elecciones verdaderamente libres en Cuba; cuando
ello suceda veremos al régimen cubano como lo que es, un tigre de
papel, como diría Mao Tse Tsung; un régimen a punto de colapso y
como le pasó a la extinta Unión Soviética su caída va a ser breve
y estrepitosa y es que la ficción en la historia termina por
desaparecer frente a la terquedad realista de los hechos.
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