Las elecciones o el acto electoral han llegado a simbolizar la esencia de la democracia, ya que es el mecanismo a través del cual la sociedad se expresa y pronuncia sobre su sistema político y el gobierno que desea. Pero como ya lo apuntaba Aristóteles, todo sistema político puede corromperse y convertirse en su contrario y es lo que ha pasado en las llamadas dictaduras electorales y constitucionales; que es cuando un pueblo se corrompe y es manipulado desde el poder para que este se trate de perpetuar a través de medios pseudos-legales y pseudos-constitucionales.
Se arreglan las leyes y la constitución a conveniencia del amo del poder o de la élite dominante, y sobre un manto de aparente legalidad, un tirano o un gobierno despótico, somete a todo un pueblo a largos periodos de despotismo y silencio y mucha gente por temor o conveniencia lo acepta en un proceso de degradación colectiva cuyos efectos perversos se dejan sentir por mucho tiempo.
Estos tiempos oscuros son como enfermedades endémicas que tienden a repetirse y pobre pueblo y desgraciada generación que le toca sufrir esta desventura; afortunadamente la historia es fluida y en permanente proceso de cambio y estos regímenes tiránicos, tarde o temprano, caen y desaparecen, especialmente cuando la misma sociedad que los genera y engendra se da cuenta que se le está robando el futuro y el costo que se está pagando, en atraso e indignidad es muy alto. Como ninguna sociedad quiere suicidarse, terminan por sacudirse al tirano que antes habrían entronizado y adorado.
En Venezuela hemos tenido muchas elecciones y el pueblo venezolano llegó a creer en ellas; hoy por hoy ya no es así; han sido tantos los fraudes y trampas electorales; practicados tanto en la 4ta como en la 5ta; que hoy el desencanto es bastante general; especialmente en los dos últimos procesos con la fuerte presunción de fraude electoral por vía electrónica; que el ganador podía anticipar los resultados casi con precisión matemática.
Confiamos que en algún momento los venezolanos podamos recuperar la confianza en los procesos electorales, ello es indispensable para recuperar la confianza en la democracia. No va a ser fácil pero la democracia tendrá que recuperarse en algún momento como garantía de que estamos en el siglo XXI y no en tiempos anacrónicos superados por la historia; en donde un individuo pretende imponerle su voluntad a todos y perpetuarse en el poder, encerrando el pensamiento y la libertad en un espacio cerrado sellado por el miedo y la indignidad.
Las dictaduras electorales y constitucionales pueden tener una legalidad formal pero no son legítimas y en los sistemas políticos modernos, la legitimidad puede llegar a ser más importante que la legalidad, sustentada ésta en la fuerza del que domina.
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