El análisis coyuntural, en tiempo
mediático, tiene la dificultad de la urgencia y el corto plazo, además de los
prejuicios, emociones e intereses del analista; todos elementos mortales para
el análisis histórico.
Recuperada la visión de mediano y
largo plazo, sin desestimar lo coyuntural; apreciamos en América Latina, un
siglo XX, que ya puede ser interpretado, y esta primera década en proceso con
signos y señales que permiten identificar fuerzas y tendencias con sus
debilidades y fortalezas.
Nuestro tiempo histórico está signado
por la aspiración universal a la democracia y al bienestar, cada país puede y
debe ser evaluado al respecto y con ello las conductas colectivas, el
comportamiento de las élites y los gobiernos.
A nivel teórico, casi todo está dicho
con respecto a la teoría democrática, el desarrollo y el bienestar general;
pero es en la “práctica”, en la realidad, donde la teoría se pone a prueba.
América Latina en el siglo XX se debatió entre democracia y dictadura, reforma
o revolución, el balance democrático y reformista tiende a ser positivo, aunque
no suficientemente. No hemos superado las tentaciones autoritarias y
totalitarias; Fidel Castro y Hugo Chávez son un buen ejemplo y el combate a la
pobreza; el atraso y el subdesarrollo no termina de ganarse. A medio camino entre la modernidad y la premodernidad,
América Latina vive tiempos históricos simultáneos y en conflicto y el proceso
político es expresión cabal de ello.
En las décadas finales del siglo,
tuvimos muy presente la respuesta dictatorial a nuestros problemas y reformismo
timorato, que estancó nuestras economías e hizo aumentar la pobreza. Nuestras
democracias, eran democracias débiles e ineficientes, que beneficiaron sólo a
una minoría de nuestra población, de allí que la respuesta de “izquierda” no se
hizo esperar: en 1998, los venezolanos eligen a Chávez; en el 2000 Chile elije
a Ricardo Lagos; en el 2002 se elije a Lula en Brasil; en el 2003 a Kischner; en el 2004 a Tabaré Vásquez en
Uruguay y en el 2006 se elije a Evo Morales en Bolivia; a Alan García en Perú;
a Correa en Ecuador; a Ortega en Nicaragua; por 2ª vez, aunque no consecutivo a
su 1º mandato y se reelige a Lula y a M. Bachelet, como sucesora política e
ideológica de Lagos. Las excepciones fueron México, con Calderón, que le ganó a
López Obrador, por un margen muy estrecho, que este consideró fraudulento y
Colombia que reelige a Álvaro Uribe, comprensible por la guerra que allí existe
y Paraguay que sigue anclado en su partidocracia tradicional, es decir, la
“izquierda” cubre el continente, pero no cometamos el error de confundirlos.
Una época termina y comienza, como siempre sucede en la historia, simbolizada
en la agonía de Fidel Castro y Augusto Pinochet; ideológicamente situados en
las antípodas del espectro político, pero que parecidos en su concepción
autoritaria-totalitaria de poder, absolutamente antidemocrática.
En la actualidad, a la “izquierda”
latinoamericana, diversa y diferente, como siempre hay que juzgarla por sus actos;
desde un Lula y una Bacheletet, modernos, moderados y progresistas, hasta un
Chávez, con su “revolución” verbal y su histrionismo desafiante y
envalentonado, gracias a la chequera petrolera.
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