domingo, 2 de septiembre de 2012

Un candidato para el siglo XXI


El siglo XIX venezolano según Mariano Picón Sala terminó en 1935 con la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, analógicamente podemos afirmar que el siglo XX en nuestro país termina con la salida del poder del actual gobernante, anacrónico y camaleónico personaje que ha presidido uno de los gobiernos más ineficaces y corruptos de nuestra historia moderna. Más allá de opiniones y analogías lo que sí debemos plantearnos los venezolanos en este crucial año electoral, 2012, es que ya estamos transitando el siglo XXI y que el 7 de octubre, sin lugar a dudas, la decisión va a girar en torno a elegir un candidato del pasado o un candidato que, de alguna u otra manera, logre crear algunas expectativas válidas de futuro. El candidato de la unidad opositora pareciera haber entendido cual es su compromiso más importante, por un lado su edad lo ayuda, pero igualmente su sensibilidad generacional, por lo menos eso se desprende de sus palabras y discursos. No nos promete un nuevo caudillo, ni un hombre providencial, sino un liderazgo de equipo, de participación, diálogo y consenso. Igualmente habla de soluciones racionales y de sentido común, frente a nuestros ingentes y urgentes problemas. Cree y practica el gobierno con las soluciones tecno-políticas correspondientes y en una gobernabilidad sustentada en el diálogo, el respeto y los consensos necesarios. Tenemos la posibilidad y la oportunidad para ello, ya que contamos con el capital humano, solamente hace falta convocarlo. Hay que evitar el sectarismo y no seguir confundiendo estado y gobierno. La burocracia tienen que ser profesional, de carrera y no partidista. El otro candidato, el oficialista, empecinado en no abandonar el poder, sigue obcecado en el discurso del odio, de la división y el mal gobierno. Su promesa más reiterada es el gobierno autoritario y la arbitrariedad de la ley hecha y administrada a la medida del gobernante. El gobierno moderno se define desde la gerencia y la administración y el liderazgo no es otra cosa que la capacidad de construir consensos desde el equilibrio y con un fuerte anclaje en lo ético que comienza y se expresa desde el lenguaje y la conducta de todos y particularmente del gobernante. El 7 de octubre no puede ser producto de una confrontación estéril sino de una acompaña electoral que privilegie el futuro sobre el pasado y que a pesar de las provocaciones, abusos y ventajismos del poder actual se mantenga por lo menos de parte de la oposición y su candidato en la línea estratégica del proyecto democrático y el desarrollo progresista de nuestro país.

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