Las relaciones entre Estados Unidos y China son de vieja data, pero me concentro en el último medio siglo y en la actual coyuntura.
Se ha desarrollado en etapas de entendimiento y colaboración, con la apertura a
China en la época de Kissinger y Nixon, por razones estratégicas de interés
para ambos países.
Mao se había distanciado de la Unión Soviética y a Estados Unidos le convenía
profundizar este distanciamiento, ya que su rival global era la URSS.
Con la muerte de Mao y el acceso al poder de Deng, este propicia la apertura
económica capitalista del país y se reconoce constitucionalmente el derecho a
la propiedad privada, a pesar de que el régimen político era y es comunista.
En esta etapa, Estados Unidos y China se convierten en socios comerciales, con
la filosofía de ganar-ganar y esta asociación resultó ampliamente exitosa para
ambas partes y le permitió a China adquirir la importancia económica y
tecnológica que hoy posee.
Con la implosión de la Unión Soviética entre 1989 y 1991, Estados Unidos queda
como potencia hegemónica, el Fin de la Historia, lo llamó Francis Fukuyama,
pero la historia no se detiene y ya para el 2015 hasta hoy China empieza a
competir exitosamente con Estados Unidos y es lo que ha llevado a la situación
actual de competencia y rivalidad y que obliga a ambas partes a redefinir sus
relaciones y aquí viene la pregunta o interrogante, por cuánto tiempo la
rivalidad puede contenerse en esos límites, de una competencia leal
inter-capitalista, con sus respectivas alianzas económicas, financieras,
comerciales, tecnológicas, IA y Cosmos, incluidos o derivar a un antagonismo
total y global.
En las próximas décadas lo sabremos y allí se vuelve a jugar el destino humano,
entre una guerra fría II, sin confrontación final o una guerra nuclear total,
en donde todos perdemos.
Si es la guerra total, se cumpliría la tesis apocalíptica que algunos autores
llaman "la trampa de Tucídides" o la guerra inevitable por la
primacía o la hegemonía global, y es lo que usualmente ha sucedido en la
historia universal y conocido como los conflictos y guerras inter-imperiales,
pero que en la actualidad, con los arsenales atómicos y nucleares, sería una
guerra que nadie gana y perdemos todos.
Este es, en esencia, lo que se viene llamando el nuevo orden mundial.
Un reacomodo de intereses geopolíticos, en donde la economía y la tecnología
son los principales escenarios, pero siempre bajo la sombra del armamentismo y
las amenazas mutuas, de tipo bélico, que se manifiestan en las llamadas guerras
locales o regionales, en este momento unas 10 aproximadamente, focalizadas en
Ucrania y Gaza, las más publicitadas y unos 40 conflictos potenciales y
tensiones, localizados en todos los continentes.
Ángel Lombardi
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