martes, 14 de diciembre de 1999

España o ala Obsesión por el Pasado



España es un verdadero enigma histórico, de allí que la gran obsesión de sus escritores e historiadores sea intentar develar el misterio de su “vividura histórica”, como diría Américo Castro.  Siguiendo a este autor, que ha intentado comprender a España hacia lo español real “es un estar ahí” concreto.

            La  historia de España, y la de cualquier pueblo, hay que buscarla más que en sus crónicas, en su literatura, y a ella recurre Américo Castro para hacernos comprensible “ los trabajos y los días” de este admirable pueblo.  El texto oficial de la historia de España está lleno de tabúes, “ la religión es tabú, lo son moros y judios” y tantísimas otras cosas, la hipocresía se ha institucionalizado  en la vida social del pueblo español y harán faltas muchos “destapes” para recuperar el tiempo perdido, mientras los españoles no se resignen a aceptar el hecho de haber sido como han sido y son, “ el futuro se les seguirá escapando... con una consciencia de inseguridad frente al presente... simulan haber sido lo que no fuimos, inmersos en falsedades por puro e ingenuo miedo a aceptar la verdad”.  No cabe esquivar lo que fue, el pasado es inexorable en sus relaciones con el presente. El pasado tiene que ser conocido con lucidez y sin melancolía  es lo que se propone Don Américo, español “al margen” y para  ello nada mejor que estudiar las mitologías y los héroes – símbolos que el pueblo y sus circunstancias han engendrado, especialmente el Quijote, personaje-pueblo por excelencia, “síntesis de todo un siglo y de todas sus castas... todo en él se problematiza, se ironiza y queda abierto a la posibilidad esperanzada... se salva idealmente el pasado y el futuro de España”.  El español es un pueblo “invertebrado” entre sí, a nivel de castas y de regiones, autoextrañado de Europa, en una “tibetización” cultivada de ambos lados de los Pirineos en un “yo soy quien soy” arrogante, tímido, inseguro, que lucha por conquistar “la más preciada cualidad humana, la de darse cuenta y la de ser quien se es, sin arrogancia, humanamente”.  En esta perspectiva, en esta obsesión por la identidad, por los enigmas y tabúes de nuestro pasado ¿qué españoles somos los latinoamericanos, inexorablemente hispánicos aunque no exclusivamente?. La prehistoria de España se pierde en la noche de los siglos, como la de todos los pueblos, su génesis histórica se desarrolla entre la Antigüedad y la Edad Media, pero su verdadero núcleo formativo nacional se sitúa entre el siglo VIII y IX de la era cristiana como casi todas las otras nacionalidades europeas.  La nación española se hace en y por la Reconquista, a nivel externo, pero a nivel interno en la convivencia de 8 siglos entre cristianos, judíos y moros.  Esta situación culmina, define y marca el siglo XV y XVI, génesis de la España Contemporánea.  El que quiera comprender a España, y de hecho a Portugal, tiene que estudiar las “situaciones” concretas, sociales, económicas y culturales de estos tres grupos o castas, así como sus interrelaciones, dinámicas y conflictivas. España en el siglXVI, con su imperialismo-totalitarismo, estatal-religioso, en su Eramismo y su Inquisición se nos presenta  maciza y cerrada  como el mismísimo Escorial. El Imperio Universal “donde nunca se pone el sol” y su rapto de América son expresión de un proceso, epopeya y tragedia, en donde la primera  víctima  va  a ser el propio pueblo español, en un largo proceso de decadencia histórica del cual no termina de salir.

        La tentación totalitaria es permanente en España, Portugal e Hispanoamérica

“como expresión del engrane entre la voluntad de dominio de unos cuantos  y la apetencia de muchos, contentos de ser dominados” por un tirano, un rey, un caudillo, o un líder carismático y providencial. Es de observar que los grandes movimientos  de masas en España y en nuestros países son generados casi siempre  desde arriba por el poder, el Estado o la Iglesia.

         El honor y el heroísmo español, como actitudes individuales y valores sociales, son en el fondo expresión de inseguridad frente al mundo a medias (J.M. Domenach), o simple moda. De allí la vuelta a lo religioso, a la búsqueda de certezas, el hombre siente la necesidad de reencontrarse consigo mismo.  Ello implica un reto y un riesgo, por un lado atreverse, pero igualmente enajenarse a un credo, un dogma, un mito.  El hombre del siglo ha transitado el abismo y no termina de salir.  Sigue recurriendo a las viejas teorías, pero estas ya no encierran todas las respuestas, tampoco los muchos libros que se publican sirven.  “Hay tantos libros en las vidrieras”, pero mientras más libros, menos ideas.  Se escribe por publicidad o dinero.  Muy pocos libros valen la pena.  Por eso la necesidad de volver a las grandes filosofías y los nombres de siempre.  Sócrates, Platón, Aristóteles, Cristo, Buda, Confucio, Mahoma.  Volver a la sabiduría religiosa y popular, a los libros sapienales de la humanidad, a la memoria preservada de nuestros contemporáneos primitivos.

            Las ideas no solo sirven para dominar, necesitan persuadir.  El maridaje de teoría, poder y dinero ha sido nefasto.  Los intelectuales deben volver a la trinchera asumir su rebeldía necesaria y la marginalidad inevitable, un silencio elocuente y un combate sin tregua.  “Demasiados horrores, demasiados errores”, es una buena síntesis  de nuestro siglo  y de muchas conductas.   Los intelectuales deben retomar su lugar, en la vanguardia,  frente al poder y los poderosos.  Dice J.M. Domenach “Antes los pensadores se adelantaban a los políticos:  grandeza del siglo XVIII, que concibió los derechos humanos, del XIX que concibió la liberación de los pueblos y las utopías del bienestar. ¿Pero qué propone el siglo XX al XXI sino su culpabilidad y sus profecías apocalípticas que han reemplazado a las ideologías extenuadas del progreso?”.

            Se critica, a veces se explica pero no se comprende.  El hombre contemporáneo se encuentra solo, náufrago de su egoísmo, de sus pequeños y mezquinos intereses, ha perdido la dimensión solidaria de su existencia, no otra cosa es el humanismo.  Se hace necesario un nuevo humanismo, en una época dominada por la tecno/burocracia.  Hacen falta pensadores de la realidad, no de lenguaje y abstracciones.  “La mayor parte de nuestros intelectuales viven en estado de levitación”, encerrados en “Ghettos” académicos, discutiendo sobre sofismas, pensando sobre lo sabido, se han olvidado de interrogar al hombre, a la naturaleza, a Dios.  Hay que recuperar la unidad de ciencia y consciencia, el hombre es uno e indivisible.  Somos herederos de una tradición crítica que nos impulsa a preguntar, indagar e interrogar incesantemente, pero igualmente hemos aprendido lo difícil y peligroso que es responder.  La primera pregunta y la primera respuesta es siempre sobre el hombre mismo.  Dice Martín Buber “ya hemos visto que la pregunta rigurosamente antropológica que alude al hombre en su problemática genuina, se deja oír en épocas en que parece como si se rescindiera el pacto primero entre el mundo y el hombre y este se encontrara en ese mundo como un extranjero y un solitario.  Cuando se disipa una imagen del mundo esto es, se acaba la seguridad en el mundo, pronto surge un nuevo interrogar”.

           

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