Dos recientes películas “Mar Adentro” de Alejandro Amenabar y “La chica del millón de dólares” de Clint Eastwood con su gran éxito de crítica y público plantean uno de los temas más difíciles: la eutanasia. Es principio universal, principalmente en el ámbito católico y cristiano, que Dios nos da la vida y que la muerte no nos corresponde a nosotros decidirla. En la película de Amenabar, el protagonista evidentemente ateo y anticlerical, defiende su derecho al suicidio en nombre de lo que él considera su libertad y dignidad. Enfermo parapléjico, piensa que su vida no es vida y que tiene derecho a ponerle fin. Paradójicamente, el Director de la película Amenabar, termina desarrollando una hermosa historia de amor. En la película de Clint Eastwood, igual, la tragedia de una mujer boxeadora que en el umbral del triunfo definitivo, un golpe desafortunado la reduce a la inmovilidad total, lo que la lleva a desear y pedir que la dejen morir, igualmente en nombre del amor, igual que en la película del director español, se facilita la muerte de ambos personajes.
El desenlace es estremecedor y sacude toda nuestra sensibilidad, y es que ambos personajes, profundamente humanos, con los cuales llegamos a simpatizar, y el desenlace que nos conmueve y neutraliza de alguna manera nuestras convicciones.
Hay que hacer un gran esfuerzo para reaccionar adecuadamente y recordar el caso heroico y admirable de Christopher Reeves, el actor que se popularizó como Superman, que a pesar de su tragedia, no se rindió a la enfermedad y siguió ferviente en la vida ayudando a buscar fondos y recursos que algún día permita a los científicos encontrar la cura de esta terrible enfermedad y devolverle a estos enfermos otra vez la esperanza, que al fin de cuentas sigue siendo un don de Dios.
El desenlace es estremecedor y sacude toda nuestra sensibilidad, y es que ambos personajes, profundamente humanos, con los cuales llegamos a simpatizar, y el desenlace que nos conmueve y neutraliza de alguna manera nuestras convicciones.
Hay que hacer un gran esfuerzo para reaccionar adecuadamente y recordar el caso heroico y admirable de Christopher Reeves, el actor que se popularizó como Superman, que a pesar de su tragedia, no se rindió a la enfermedad y siguió ferviente en la vida ayudando a buscar fondos y recursos que algún día permita a los científicos encontrar la cura de esta terrible enfermedad y devolverle a estos enfermos otra vez la esperanza, que al fin de cuentas sigue siendo un don de Dios.
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